A
menudo los pacientes me preguntan en la consulta qué pueden hacer para mejorar
el aspecto de su piel y retrasar su envejecimiento. Siempre les respondo que,
con independencia de los productos que puedan utilizar o las técnicas que les
puedan resultar más útiles en su caso particular, es fundamental evitar “los enemigos de la piel”. ¿Y cuáles
son esos “enemigos de la piel”? Los enemigos de la piel son fundamentalmente
tres: el sol, el tabaco y el alcohol. Vamos a comentar brevemente un poco sobre
cada uno.
1.
El sol
El
sol es el enemigo número uno. La radiación solar lesiona las células cutáneas
dañando sus cromosomas. Aunque la piel tiene una capacidad de reparación de los
daños producidos por el sol, esa capacidad no es perfecta, y la actuación
repetida de las radiaciones solares, tanto ultravioletas B (UVB) como
ultravioletas A (UVA), induce la acumulación de errores en los genes y la producción
de radicales libres que tienen como consecuencia el envejecimiento prematuro de
la piel y en muchas ocasiones incluso la producción de cáncer de piel. Este
riesgo es tanto mayor cuanto más claro es el color de la piel. En este sentido
se introdujo el concepto de “capital
solar”, que es el número de horas que una persona puede exponer su piel
al sol durante toda su vida y que está determinado genéticamente. El
riesgo del efecto acumulativo de radiación ultravioleta no desaparece después
del verano y, aunque la intensidad sea
menor en invierno, el sol sigue siendo dañino para nuestra piel. Por eso se recomienda proteger la piel
también en los meses fríos con cremas solares de factor de protección 30. Si
además realizamos actividades deportivas al aire libre, como montañismo, esquí,
tenis, etc., es conveniente elevar el índice de protección solar a 50 +.
2.
El tabaco.
Todo
el mundo conoce el papel que el tabaco desempeña como productor de bronquitis
crónica y cáncer de pulmón. Sin embargo, muchas personas desconocen que el
tabaco es también perjudicial para la piel. ¿Cómo perjudica el tabaco a la
piel? El tabaco aumenta la producción de radicales libres, que dañan las
membranas celulares y alteran la información genética. Asimismo, la nicotina
tiene un efecto vasoconstrictor y junto con el monóxido de carbono del humo,
disminuyen la oxigenación de los tejidos. El tabaco aumenta la degeneración del
colágeno, promoviendo la aparición prematura de arrugas. Por último, el tabaco
disminuye la cantidad de vitamina C del organismo, la cual es fundamental en la
formación del colágeno y en el proceso de cicatrización de las heridas. Es por ello que se recomienda no fumar antes
y después de una operación (3-4 semanas).
3.
El alcohol.
El
alcohol, sobre todo en forme de bebidas de alta graduación, también contribuye
al envejecimiento de la piel, dándole un aspecto opaco y un color amarillento.
Al disminuir los niveles de vitamina A del organismo, deshidrata la piel,
aumentando su sequedad y descamación. Por otra parte, el alcohol puede agravar
o desencadenar brotes de algunas enfermedades dermatológicas frecuentes, como
la rosácea o la psoriasis.
Por
tanto, la conclusión es la siguiente: ya que,
en el momento actual, aún no podemos intervenir para alterar la
influencia de la genética en nuestra piel, sí podemos contribuir a su buen
aspecto evitando sus tres principales enemigos: sol, tabaco y alcohol , y al
mismo tiempo utilizando productos adecuados y manteniendo una dieta
equilibrada.
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